El análisis junguiano trabaja con y para el alma, y se opone a cualquier cosa que busque destrozarla, reprimirla o minimizarla. El terapeuta, quien atiende al alma, no busca quitar, anular, reprimir o controlar lo que sucede a la persona analizada, sino más bien profundizar en cada experiencia para encontrar qué es lo que el alma necesita, puesto que los síntomas, las crisis y el sufrimiento son formas a través de las cuales el alma nos comunica lo que requiere, y hasta tanto no se lo demos, el malestar persistirá.
¿Cómo sucede el análisis junguiano?
El análisis junguiano se desarrolla a través de una dialéctica que ocurre entre el terapeuta y el analizado, y esta dialéctica se dispone para servir a la Psique de la persona analizada. La Psique aparece en el análisis a través de imágenes simbólicas que muestran la realidad del mundo de lo inconsciente y lo que este mundo inconsciente busca expresar, corregir, amplificar, complementar o transformar en la vida del analizado.
En el análisis junguiano se habla de La Psique Objetiva. Para comprender el concepto de Psique Objetiva, puede uno remitirse a un sueño, herramienta altamente utilizada dentro del análisis. El sueño muestra una realidad objetiva del mundo de la persona, realidad que puede gustar o no, pero que es tan precisa y confiable, que brinda al terapeuta una ruta clara sobre hacia dónde debe dirigir el análisis.
En el análisis junguiano toda experiencia tiene validez y legitimidad, y no es el terapeuta quien ordena la vida del consultante o le instruye sobre cómo proceder, sino que se vivencia un proceso de transformación que se logra a través de la relación terapéutica entre el terapeuta y la persona analizada. Esta relación se desarrolla a través de una dialéctica en donde ego e inconsciente entran en contacto.
El análisis junguiano constituye una vasija o contenedor que brinda un espacio seguro para que la persona experimente lo trascendente y logre la transformación que su proceso particular requiere, pues el análisis lleva a la persona a ser ella misma, haciéndola consciente de aquellas ilusiones que obstaculizan su vida. De esta forma, la persona analizada logra conectar con la vida y la realidad de la misma, lo que simultáneamente le permite moverse con mayor asertividad y en pro de mayor bienestar integral.
Finalmente, como punto importante a tener en cuenta, es que el análisis junguiano no se centra en las estadísticas ni en lo que es normal o anormal en sentido estricto, ni tampoco busca conducir a la persona hacia una adaptación forzada a normas sociales, o estándares médicos. Si bien reconoce la enfermedad como una realidad en los seres humanos, tanto psicológica como física, no es este su punto de enfoque o eje central. Por tanto, lo primordial dentro del análisis junguiano es la adaptación a uno mismo, el reconocimiento y la consciencia sobre la experiencia personal; y la reconciliación de fuerzas opuestas que habitan en cada uno de nosotros.
“Podemos perder la cabeza de una manera relativamente normal… tener emociones avasalladoras no es en sí mismo patológico, sino simplemente indeseable”